Muchas parejas tienen miedo al fracaso. Y pensar en dar el siguiente paso al noviazgo puede ser el comienzo de los problemas que aún no existen. Muchos dicen que “Sin matrimonio no hay divorcio” sin embargo la verdad o falsedad de esta frase depende del cristal con que se mire.
El temor – ¿Un pretexto?
El temor al fracaso es un instinto al que se recurre muy a menudo cuando se habla de matrimonio. Uno de los factores que afianzan este temor es lo poco que se conoce de la pareja (el uno al otro). La convivencia muchas veces no aplaca este temor, pese a ser una gran oportunidad de conocerse mutuamente. Por otro lado la conformidad de una vida armoniosa en convivencia puede ser más que suficiente para no pensar en el matrimonio. Entonces, es el común pensar de algún que si algo sale mal no hay necesidad de divorcio y cada quien puede seguir su vida.
Diferencia moral o legal
La diferencia de la convivencia con el matrimonio en simples términos es el carácter legal que tiene lo último y que busca proteger los intereses del núcleo familiar y de los hijos (si hubiera). Sin embargo la convivencia y el matrimonio no deberían diferenciarse en la práctica. Es decir no debería valerse como pretexto su no existencia para desatender a la pareja y a los hijos (como en muchos sucede).
El divorcio sin matrimonio
Así tras años de convivir, si ocurre una separación definitiva (o de regular tiempo) por diversos problemas, si llega a existir un divorcio en lo que respecta a la protección de los hijos (si hubiera) y efectos emocionales. Los hijos tienen los mismos derechos que aquellos que viven dentro de un matrimonio, sin embargo la pareja, al no haber un vínculo legal (régimen de gananciales), no tiene goce de algo que no acredite haber comprado.
Como mencionamos al principio, la verdad sobre la frase “Sin matrimonio no hay divorcio” dependerá del cristal como se mire. Es decir de la conciencia de la pareja con ellos y con los hijos, de haberlos.
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